Mina de
plata de Bustarviejo
La jornada
comenzó encontrándonos a la hora fijada en el Bar Maruja de Bustarviejo. La
premura de tiempo no dio lugar a devaneo alguno y a las 10.30 horas
estacionábamos los vehículos en el aparcamiento cercano al campo de fútbol.
Tras equiparnos convenientemente para la ocasión, y con los pertrechos
listos para entrar en la mina, nos dirigimos por un camino directo a la zona
o paraje de la llamada Cuesta de la Plata, compuesto por una serie de
pequeños minados dispersos por la ladera que ya en el siglo XIX fueron
integrados en una única explotación minera.
Aunque el sol era claro y limpio, el viento glacial nos dejaba ateridos con
una temperatura y sensación térmica por debajo de cero grados. Después de
una travesía de unos cuarenta minutos, llevadera en general, pero con
fuertes desniveles en los dos últimos repechos del ascenso, llegamos a la
Torre de la Mina. Nos encontramos a 1.500 m.s.n.m., delante de un molino
eólico completamente restaurado para moler el mineral. Esta torre era el
primer paso que seguía el mineral cuando salía de la mina y antes de ir a
una primera fundición. Se empezó a construir en 1659 por un minero venido de
América, un “indiano” (nombre de uno de los pozos), quedando sin terminar a
su fallecimiento en 1787. En 2003 fue declarado Bien de Interés Cultural de
la Comunidad de Madrid, siendo restaurado en 2005.
Tras reponer fuerzas y darnos un respiro por el severo ascenso del último
repecho, proseguimos camino hasta el acceso a la mina. La bocamina comenzó a
excavarse en 1701 con martillo y punterola (barra de hierro de 2 cm de
grueso y 20 de longitud) para desaguar y poder extraer el mineral de plata
de manera más cómoda. Más tarde, la bocamina fue ensanchada con barrenos
para disponer de un acceso más fácil e idóneo para la extracción del
mineral. La parte subterránea de la mina cuenta con cinco niveles y dos
grandes pozos (Indiano y Maestro).
Una vez calzados con las botas de agua, material aislante, cascos,
frontales, luces y demás instrumentos, nuestro guía y director ingeniero de
minas, Luis Jordá, tras unas breves y precisas explicaciones, ordena la
entrada a los componentes del pequeño grupo, siguiéndole ordenadamente en
fila de a uno. Los primeros 20 / 25 metros atravesamos una galería inundada
de agua con unos 30 cm de profundidad media, y más en algunas zonas. El
recorrido hay que hacerlo completamente agachado para evitar golpearse con
los salientes y con la techumbre natural de roca granítica con estructura
pizarrosa (gneis).
Al terminar la galería inundada llegamos a una zona abovedada. En el suelo
nos encontramos con un pozo grande de unos 10 metros de profundidad que da a
una galería inferior inundada de agua casi cristalina.
Tomamos una bifurcación que forma un camino en espiral, como la concha de un
caracol, y que nos lleva por su parte izquierda al pozo de El Indiano, y por
la galería de la derecha se accede a una gran Sala denominada “Plaza de
Toros” y a la “Sala de la Cruz”. A ella también puede accederse desde el
Pozo Maestro en la parte más elevada de la mina, en el nivel cinco.
Nos encontramos con formaciones de estalactitas muy curiosas e interesantes.
El grado de humedad es muy elevado y encontramos agua por doquier que,
incluso, chorrea por las paredes junto a mineral de hierro, formación de
óxidos y manganeso, junto con sulfatos.
Según parece, hay microorganismos que crecen en las paredes de la mina y que
podrían ser únicos. Salvo en algunas zonas en las que hemos podido apreciar
derrumbes, el interior de la mina parece seguro, siendo sus paredes de roca
metamórfica (gneis).
Caminamos sobre los raíles de madera que aún se conservan por algunas
galerías a través de las que los mineros arrastraban las vagonetas del
mineral extraído hacia el exterior. Sin darnos cuenta, ha transcurrido poco
más de una hora y Luís nos indica que hemos de retomar el camino para
dirigirnos al exterior. Los rayos de sol nos reciben en la bocamina.
Una vez en el exterior, y mientras nos cambiamos de calcetines y botas,
platicamos sobre la satisfacción vivida y las circunstancias y curiosidades
de la mina. Sin pérdida de tiempo, un primer grupo, que se constituye en
avanzadilla, se dirige hacia la zona o nivel 5 en la que se encuentra el
Pozo Maestro. Allí, en lo alto de un paredón preparan todo lo necesario para
aprendizaje y prácticas de “espeleo vertical” que resulta todo un éxito.
El viento continúa siendo gélido, más aún cuando no efectúas actividad
alguna. Nos encontramos a más de 1.600 m.s.n.m. Son las 15.00 horas y hay
que recoger todos los cordajes, mosquetones y demás material para regresar
al punto de partida. Cincuenta minutos más tarde nos encontramos
reabasteciéndonos de proteínas e hidratos de carbono. Hasta aquí hemos
llegado y por el momento no pensamos en lo que nos pueda deparar la próxima
salida. Carpe diem.
Alfredo Gómez Pascual